LA MISA DE URUGUAY
Por tercera vez, Patricio Rey cruzó el Río de la Plata para llevar su fiesta sagrada, su carnaval, al estadio Centenario de Montevideo.
Desde el viernes anterior la tranquila ciudad de Montevideo había comenzado a sufrir las transformaciones propias de la ocasión. La llegada de la gente era continúa y en cualquier forma: en ferrys, lanchas, colectivos, aviones, a dedo y ¡hasta en bicicleta!.
La terminal de colectivos Tres Cruces se convirtió en el centro de concentración de los ricoteros que se refugiaban del frío, comían, dormían y cambiaban los pesos argentinos por uruguayos.
Las inmediaciones del estadio, ubicado en el parque Batlle, fueron llenándose lentamente de gente que acampaba y disfrutaba del sol, mientras se armaban picados improvisados que acortaban la espera. La gente uruguaya contemplaba impresionada el desfile incesante y tan particular de los redonditos acercándose al estadio con sus mochilas y tetras en mano, (más algunas otras cositas) y que colgaban sus trapos entre los árboles, demostrando el espíritu nómade siempre presente.
A las 16 comenzaron a abrirse las puertas de ambos accesos al estadio, dejando en evidencia la inocencia (¿ignorancia?) de los organizadores del show, ya que no hubo vallado previo dos o tres cuadras antes del acceso sino que 10.000 personas luchaban por entrar todos juntos, ante un control de cacheo que dejaba pasar de a una persona. Imagínense qué sucedió.
Los incidentes no tardaron en producirse, y esta vez el reclamo de los redonditos era legítimo. Había pasado casi una hora de la apertura del acceso y sólo habían pasado algunos pocos. Era imposible seguir así. (Ver "Los Incidentes")
El estadio se fué llenando de a poco. Las bandas colgaron todos sus trapos y la tribuna olímpica, dispuesta a modo de anfiteatro, se vistió de fiesta para recibir a la banda de Patricio Rey. La gente, unos 7000 argentinos y el resto uruguayos, con sus remeras, banderas y bengalas se unieron en los cantos que no cesaron ni un segundo en toda la noche.
A las 19 horas, como estaba anunciado, hizo su presentación la Tribu Mandril. El grupo de percusión interpretó un par de temas demostrando su calidad (realmente muy buenos) pero las bandas querían rock y no prestaron demasiada atención sino que siguieron con sus cantos. Veinte minutos después, el escenario ya estaba listo para que la banda aparezca en escena.
¡Hola paisito! dijo el Indio dando la bienvenida a las 24.000 personas que habían llenado las tribunas del estadio, exactamente a la hora 20.
El estadio se vino abajo literalmente y arrancó El pibe de los astilleros. para que público se transforme en ese coro que desde hace años es uno de los rasgos distintivos de los shows de la banda. El Indio, visiblemente emocionado por el aguante de las bandas, marcó el comienzo de la noche. Y como eso era una representación del carnaval, Skay no quiso desentonar y entró en escena con saco beige, remera bordó y gorra-peluca con visera y pelos artificiales.
Semilla y Walter Sidotti fueron la base, Sergio Dawi en saxo y teclados demostró una vez más su rol imprescindible y Hernán Aramberri en teclados y percusión electrónica nuevamente vistió su camiseta de sexto Redondo.
El pibe de los astilleros sirvió de comienzo para la presentación en vivo de Momo Sampler. Le siguieron Un Ángel para tu soledad, Morta.com, Estás frito Angelito, Templo de Momo, Pensando como una acelga y cerraron la primera parte del show con Rato molhado, coreado por todos los allí presentes.
"Sería bueno que hoy no seamos ni locales ni visitantes, que seamos todos Redondos. Este es un pueblo muy hospitalario, lo conozco bien. Tiremos todos para el mismo lado", antes de largar el segundo tema del domingo.
Después del primer intermedio la banda volvió a escena para calentar y poguear con los inoxidables Vamos las Bandas, Mi perro dinamita y Ñam Fri Frufi Fali Fru. A ellos le siguieron La Murga de los Renegados, Sheriff, Murga purga, Dr. Saturno, La Murga de la Virgencita y cierre con otro clásico: Queso Ruso, introducido por las palabras del Indio: "Estamos en un país muy libertario, con un sentido muy profundo de la libertad, así que qué mejor que cantar juntos este tema".
Preso en mi ciudad inició los bises repitiendo el cierre del tema con la gente cantando a garganta pelada y el Indio dirigiéndole el micrófono a la gente a modo de reverencia y agradecimiento, con una sonrisa que le duró toda la noche. Luego Tarea fina y en seguida el momento más emotivo de toda la noche cuando la banda dedicó el próximo tema a Walter Bulacio, con las siguientes palabras del Indio: "A diez años del crimen los asesinos siguen libres. sería bueno para su abuela y su familia, que le regalemos el afecto de todos. Así que esto va para Walter". Los acordes a sola guitarra de Juguetes Perdidos empezaron a sonar y el coro multitudinario que acompañó la canción fué tan potente que tapó el volumen que venía de las torres de sonido, en el pasaje más intenso del show donde todos respiramos emoción y lágrimas. Mientras los músicos se perdían detrás del escenario, en la tribuna, chicos y chicas no podían contener el llanto.
Y como sabemos que las cosas no terminan ahí, la banda volvió para cerrar una noche increíble con tres temas para que cantaran todos: Nuestro amo juega al esclavo, Nueva Roma y cierre a pleno con Ji Ji Ji, el pogo más grande del mundo trasladado al Uruguay y el agradecimiento del Indio a la gente sin palabras porque la emoción no se lo permitía..
El recital del lunes no fué muy diferente, los temas fueron casi los mismos, con la diferencia de que el frío de los días anteriores había dejado su huella en la garganta del Indio, quién reconoció esto y pidió al público que lo disculpe, aunque nunca se alcanzó a notar.
Las dos misas en tierras uruguayas dejaron como saldo una opinión unánime: los mejores shows de la banda en años.
Y esto es muy cierto, fueron shows que no decayeron en ningún momento, sino que crecieron durante toda la noche. La gran expectativa estaba en cómo iban a sonar los temas de Momo Sampler en vivo. Y creo que todos nos fuimos asombrados por la calidad con la que la banda los interpretó, demostrando que jugar en las Ligas mayores para ellos es un juego de niños. El trabajo realizado para los espectaculares cierres de los temas es clara señal de que la banda no se queda dormida en los laureles sino que sigue buscando y perfeccionándose a sí misma.
Skay manejando la guitarra al ritmo de su cintura y sus pasos alargados por el escenario, el Indio inundando el parque Batlle con su voz y más hablador que nunca, Sergio y Semilla haciendo un soporte musical brillante y las dos baterías marcando sus propios ritmos en dos noches perfectas, sin errores. Dos noches redondas.
Por tercera vez, Patricio Rey cruzó el Río de la Plata para llevar su fiesta sagrada, su carnaval, al estadio Centenario de Montevideo.
Desde el viernes anterior la tranquila ciudad de Montevideo había comenzado a sufrir las transformaciones propias de la ocasión. La llegada de la gente era contínua y en cualquier forma: en ferrys, lanchas, colectivos, aviones, a dedo y ¡hasta en bicicleta!.
La terminal de colectivos Tres Cruces se convirtió en el centro de concentración de los ricoteros que se refugiaban del frío, comían, dormían y cambiaban los pesos argentinos por uruguayos.
Las inmediaciones del estadio, ubicado en el parque Batlle, fueron llenándose lentamente de gente que acampaba y disfrutaba del sol, mientras se armaban picados improvisados que acortaban la espera. La gente uruguaya contemplaba impresionada el desfile incesante y tan particular de los redonditos acercándose al estadio con sus mochilas y tetras en mano, (más algunas otras cositas) y que colgaban sus trapos entre los árboles, demostrando el espíritu nómade siempre presente.
A las 16 comenzaron a abrirse las puertas de ambos accesos al estadio, dejando en evidencia la inocencia (¿ignorancia?) de los organizadores del show, ya que no hubo vallado previo dos o tres cuadras antes del acceso sino que 10.000 personas luchaban por entrar todos juntos, ante un control de cacheo que dejaba pasar de a una persona. Imagínense qué sucedió.
Los incidentes no tardaron en producirse, y esta vez el reclamo de los redonditos era legítimo. Había pasado casi una hora de la apertura del acceso y sólo habían pasado algunos pocos. Era imposible seguir así. (Ver "Los Incidentes")
El estadio se fué llenando de a poco. Las bandas colgaron todos sus trapos y la tribuna olímpica, dispuesta a modo de anfiteatro, se vistió de fiesta para recibir a la banda de Patricio Rey. La gente, unos 7000 argentinos y el resto uruguayos, con sus remeras, banderas y bengalas se unieron en los cantos que no cesaron ni un segundo en toda la noche.
A las 19 horas, como estaba anunciado, hizo su presentación la Tribu Mandril. El grupo de percusión interpretó un par de temas demostrando su calidad (realmente muy buenos) pero las bandas querían rock y no prestaron demasiada atención sino que siguieron con sus cantos. Veinte minutos después, el escenario ya estaba listo para que la banda aparezca en escena.
¡Hola paisito! dijo el Indio dando la bienvenida a las 24.000 personas que habían llenado las tribunas del estadio, exactamente a la hora 20.
El estadio se vino abajo literalmente y arrancó El pibe de los astilleros. para que público se transforme en ese coro que desde hace años es uno de los rasgos distintivos de los shows de la banda. El Indio, visiblemente emocionado por el aguante de las bandas, marcó el comienzo de la noche. Y como eso era una representación del carnaval, Skay no quiso desentonar y entró en escena con saco beige, remera bordó y gorra-peluca con visera y pelos artificiales.
Semilla y Walter Sidotti fueron la base, Sergio Dawi en saxo y teclados demostró una vez más su rol imprescindible y Hernán Aramberri en teclados y percusión electrónica nuevamente vistió su camiseta de sexto Redondo.
El pibe de los astilleros sirvió de comienzo para la presentación en vivo de Momo Sampler. Le siguieron Un Ángel para tu soledad, Morta.com, Estás frito Angelito, Templo de Momo, Pensando como una acelga y cerraron la primera parte del show con Rato molhado, coreado por todos los allí presentes.
"Sería bueno que hoy no seamos ni locales ni visitantes, que seamos todos Redondos. Este es un pueblo muy hospitalario, lo conozco bien. Tiremos todos para el mismo lado", antes de largar el segundo tema del domingo.
Después del primer intermedio la banda volvió a escena para calentar y poguear con los inoxidables Vamos las Bandas, Mi perro dinamita y Ñam Fri Frufi Fali Fru. A ellos le siguieron La Murga de los Renegados, Sheriff, Murga purga, Dr. Saturno, La Murga de la Virgencita y cierre con otro clásico: Queso Ruso, introducido por las palabras del Indio: "Estamos en un país muy libertario, con un sentido muy profundo de la libertad, así que qué mejor que cantar juntos este tema".
Preso en mi ciudad inició los bises repitiendo el cierre del tema con la gente cantando a garganta pelada y el Indio dirigiéndole el micrófono a la gente a modo de reverencia y agradecimiento, con una sonrisa que le duró toda la noche. Luego Tarea fina y en seguida el momento más emotivo de toda la noche cuando la banda dedicó el próximo tema a Walter Bulacio, con las siguientes palabras del Indio: "A diez años del crimen los asesinos siguen libres. sería bueno para su abuela y su familia, que le regalemos el afecto de todos. Así que esto va para Walter". Los acordes a sola guitarra de Juguetes Perdidos empezaron a sonar y el coro multitudinario que acompañó la canción fué tan potente que tapó el volumen que venía de las torres de sonido, en el pasaje más intenso del show donde todos respiramos emoción y lágrimas. Mientras los músicos se perdían detrás del escenario, en la tribuna, chicos y chicas no podían contener el llanto.
Y como sabemos que las cosas no terminan ahí, la banda volvió para cerrar una noche increíble con tres temas para que cantaran todos: Nuestro amo juega al esclavo, Nueva Roma y cierre a pleno con Ji Ji Ji, el pogo más grande del mundo trasladado al Uruguay y el agradecimiento del Indio a la gente sin palabras porque la emoción no se lo permitía..
El recital del lunes no fué muy diferente, los temas fueron casi los mismos, con la diferencia de que el frío de los días anteriores había dejado su huella en la garganta del Indio, quién reconoció esto y pidió al público que lo disculpe, aunque nunca se alcanzó a notar.
Las dos misas en tierras uruguayas dejaron como saldo una opinión unánime: los mejores shows de la banda en años.
Y esto es muy cierto, fueron shows que no decayeron en ningún momento, sino que crecieron durante toda la noche. La gran expectativa estaba en cómo iban a sonar los temas de Momo Sampler en vivo. Y creo que todos nos fuimos asombrados por la calidad con la que la banda los interpretó, demostrando que jugar en las Ligas mayores para ellos es un juego de niños. El trabajo realizado para los espectaculares cierres de los temas es clara señal de que la banda no se queda dormida en los laureles sino que sigue buscando y perfeccionándose a sí misma.
Skay manejando la guitarra al ritmo de su cintura y sus pasos alargados por el escenario, el Indio inundando el parque Batlle con su voz y más hablador que nunca, Sergio y Semilla haciendo un soporte musical brillante y las dos baterías marcando sus propios ritmos en dos noches perfectas, sin errores. Dos noches redondas.