LA NACIÓN
Perfiles / Carlos "el Indio" Solari
A los 51 años, el líder de los Redonditos de Ricota es parte de un fenómeno controvertido
En el epicentro de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, este fenómeno extraño que se ha convertido en único en el país, hay un nombre que juega de eje.
Es el Indio Solari, cantante de la banda y voz preponderante cuando dan entrevistas, aunque siempre las comparte con sus dos compañeros de ruta, el guitarrista Skay Beilinson y la negra Poli, manager del grupo.
Si constituye un fenómeno único es porque la banda, desde su inicio en los setenta, se mantuvo fiel a sus propias reglas: no tienen contrato discográfico, ni productor, ni sponsors, y sus discos no son promocionados en alta rotación en radios y televisión.
Sin embargo, así pasaron de tocar en pequeños pubs para intelectuales y artistas del under, hasta llegar, paso a paso y por una convocatoria que no piden pero que aceptan, a tocar en el estadio de River.
Sin embargo, poco es lo que se sabe de la vida de Carlos Solari, el hombre que hoy tiene 51 años. El mismo elige el silencio con respecto a su vida privada y aclara, en los reportajes, que el que habla no es él sino el Indio Solari, la figura que, quiéralo él o no, se ha vuelto pública.
El Indio prefiere no confrontarse con Carlos Solari, simplemente porque piensa que aquél es más interesante que este ser de carne, huesos y pasiones. El Indio, en cambio, y según sus palabras, "tiene una realidad mucho más grande, porque es un personaje en el cual se juntan los caudales de imaginación de miles de personas".
Para entender esta postura no convencional es necesario remontarse a los orígenes. A principios de los setenta, Carlos Solari no era todavía el Indio. Había nacido en Paraná, pero luego su familia se trasladó por un par de años a Santa Fe, para finalmente recalar en La Plata.
Dice que no fue un buen alumno, sino más bien un itinerante por diversos colegios. Por entonces -y aquí comienza la historia del Indio- Solari alternaba la capital bonaerense con Valeria del Mar, y hacía cortos y guiones de cine junto a Guillermo Beilinson.
Un hombre informado
Pero el Indio es "la estampita" del grupo, como él mismo define. Y serlo tiene su precio. Carlos Solari no sale demasiado. O casi nada. En los pocos reportajes que otorga llegó a confesar que se ha pasado seis meses sin salir de su casa en las afueras de la ciudad. Un lugar con jardín y, sobre todo, con Luzbola, el estudio donde graban sus discos.
También lee mucho. Es un hombre informado. En las entrevistas habla de la red Echelon, del genoma humano, de Internet y de economía global. Sólo se da el gusto de hacer lo que le gusta (ir a escuchar música o al cine) cuando sale del país.
Aprovecha los viajes a Nueva York para mezclar sus discos para quedarse un tiempo más en "ese portaaviones que todo lo ofrece" y donde vuelve a ser un don nadie.
Le gusta hablar y le interesa la confrontación, la discusión de ideas. También mantiene poco contacto con otros músicos del mundillo del rock: "Una manera de defender el respeto que tengo por la obra de alguien -dice- es no conocerlo, prefiero defender el impacto que tiene en mí lo que hacen, no conociéndolos".
Un fenómeno extraño -y no buscado- es que la banda que comenzó tocando para intelectuales, artistas y habitantes de la bohemia, terminó convirtiéndose en la más convocadora de la Argentina.
Las ofertas que no aceptó
Este hombre, que reconoce su origen de clase media, tiene más de lo que alguna vez pensó. Una casa y la libertad de dedicarse a lo que le gusta. "¿Qué es lo que me pueden ofrecer? De la única manera que mi vida me da ganas de vivirla es si me respeto a mí mismo y a la gente que quiero."
Pero esta convocatoria variopinta también ha traído inconvenientes. Varios de sus recitales se han visto teñidos por la violencia. El primer sacudón fue en 1991, cuando Walter Bulacio fue detenido en la puerta del show del estadio Obras y tras descomponerse en la comisaría murió en el hospital.
La banda optó entonces por no plegarse a las manifestaciones en contra de la policía ni participar de los festivales en memoria del muchacho. Aún hoy, y frente a las críticas por no haberlo hecho, esgrime el derecho de no hacer público el dolor.
Los incidentes
Unos meses después, el intendente de Olavarría, Helio Eseverri, prohibió a último momento las presentaciones programadas allí por la banda. Pero los fans ya habían llegado, y seguían llegando. Entonces, y por primera y hasta ahora única vez en su trayectoria, la banda realizó una conferencia de prensa, que fue transmitida por televisión.
En diciembre de 1998, los recitales en el estadio de Racing transcurrieron sin mayores inconvenientes. Pero en junio de 1999, en Mar del Plata, nuevamente la violencia fuera del estadio -coches incendiados, saqueos de negocios- contrastó con la fiesta que vivieron los que pudieron ingresar.
En su regreso, en el aeroparque metropolitano, Solari dijo a los medios que esos hechos no tenían que ver con una banda de rock, sino que hablaban de la situación social que vive el país. "¿Vos pensás que los chicos nacen malos?", preguntó.
Los problemas se repitieron este sábado, con escenas de violencia dentro y fuera del estadio. Tanto, que el grupo tuvo que suspender por diez minutos el recital y, al regresar al escenario, el Indio habló al público sobre los hechos y sugirió que esos pocos que arruinaban el encuentro podían ser enviados por alguien.
La misma teoría había esgrimido Mariano Grondona en un debate que realizó en su programa tras los hechos de Mar del Plata, con la presencia de las partes interesadas -comerciantes y vecinos por un lado, seguidores de la banda por el otro-. Allí el periodista arriesgó que el episodio podría relacionarse con "algún manejo político relacionado con el proceso electoral".
El Indio prefiere no hablar mucho. Se niega a "bajar línea" y más de una vez ha dicho que, en todo caso, él está para escuchar. Pero, frente a los desbordes -Villa María, River el sábado- el Indio dejó claro que, así, con violencia, la historia de la banda no podrá seguir.